Irene Sánchez Carrón

"Todas las calles de aquella noche iban al cielo.
Ella surgió del fondo de su vaso.
Quiso beber con él sin prisa.
Quiso saber su historia
mientras le deshojaba el corazón."

Oficio de escritora

Irene Sánchez Carrón nació en 1967 en Navaconcejo, pueblo situado en el Valle del Jerte (Cáceres). Es Doctora en Filología Hispánica y Licenciada en Filología Inglesa. Es Máster de Español para Extranjeros por la Universidad Antonio de Nebrija. Ha impartido clases de español en Londres. Actualmente es profesora de inglés en el IES Norba Caesarina de Cáceres y en el Centro Universitario de Plasencia. 

Fue ganadora del Premio “Valbón” 1996 de Valencia de Alcántara (Cáceres) y del Premio “Hermanos Argensola” 1997 de Barbastro (Huesca), con el poemario Porque no somos dioses, publicado en 1998. Con el libro Escenas principales de un actor secundario obtuvo el Premio “Adonais” 1999 que se publicó en 2000 en la editorial Rialp. 

En 2001 colaboró en el libro conjunto Siete poetas, siete poemas y una canción publicado por la editorial De la Luna Libros. En esta misma editorial publicó en 2002 un pequeño libro de canciones titulado Sevillanas. Su obra Atracciones de feria apareció en 2002 en la colección Abezetario, publicada por la Diputación de Cáceres. En 2008 obtuvo el premio de poesía “Antonio Machado” de Baeza con Ningún mensaje nuevo que apareció ese mismo año en la editorial Hiperión.

En 2010 la Editora Regional de Extremadura recogió sus dos primeros poemarios, que estaban agotados, bajo el título El escondite. 

Su poemario Micrografías (Visor, 2018) obtuvo el XVI Premio Emilio Alarcos de poesía. 

Desde 2009 es colaboradora habitual del periódico Hoy. 


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¿La poesía es hija de la inspiración o del trabajo?

Creo que de ambas cosas. Es importante leer mucho, sentarse a escribir, estar dispuestos a corregir, tachar, descartar, reducir. A veces un poema es el resultado de todo ese trabajo, pero a veces es también fruto de un chispazo o un de deslumbramiento repentino. A eso supongo que llamamos inspiración.


¿Puede explicarnos el título de su último poemario "Micrografías" y la esencia del libro?

Elegí el título un día, leyendo en el periódico información sobre una exposición de micrografías, que son imágenes aumentadas de cosas o animales diminutos que a veces no vemos a simple vista. Me pareció muy inspirador porque creo que un poema puede conseguir que nos fijemos es lo que pasa desapercibido o en lo que no se ve. Justo en ese momento yo estaba escribiendo poemas que me parecía que iban en esa dirección.  


¿Qué concepción tiene de la poesía?

Me gustan los poemas no demasiado largos, con un lenguaje claro y que establezcan comunicación con la experiencia cotidiana de los lectores. Pero la verdad es que me gustan muchos tipos de estéticas, que a veces incluso parecen contrapuestas. Disfruto con un poema de corte clásico, con un texto sobre la experiencia, con el culturalismo, con la poesía del silencio, con los toques surrealistas, con un poema narrativo. Creo que disfruto con todos los textos que bajo el estilo que sea nos lanza un mensaje sobre nuestra propia existencia y nuestra esencia como seres vivos. Y si logran emocionarnos, aún mejor. 


¿Cómo definiría a su poesía?

Me cuesta mucho definir mi propia poesía. Me gustaría poder definirla con palabras como claridad, comunicación, emoción, variedad, curiosidad, búsqueda. Pero quizá es demasiado pretencioso y no consigo tanto. 

 

¿Cuál es el fin que le gustaría lograr con su poética?

Me gustaría que hubiese lectores que se sintiesen identificados con lo que escribo, de forma que pensaran que he puesto voz a algo que ellos han sentido o vivido.

 

¿Qué lugar ocupa, para una poeta como usted, leer sus poemas en vivo?

Poco a poco me he ido acostumbrando. Al principio me costaba leer mis textos en voz alta y en público. Con el tiempo me siento más cómoda. La lectura en vivo es una actividad muy interesante que crea un ambiente muy especial entre el auditorio y quien escribe.


¿Qué opina de las nuevas formas de difusión de la palabra, ya sea en páginas de Internet, foros literarios cibernéticos, revistas virtuales, blogs, etc.?

Me parece todo perfecto y creo que un género como la poesía se beneficia mucho de todos estos formatos tan ricos, que añaden a veces música e imágenes. Hay publicaciones maravillosas en estos formatos. Sin duda, abren muchas posibilidades. 


¿Escribes a diario? ¿Sigues algún ritual específico de trabajo?

No escribo a diario. Mi actividad va más bien por épocas en las que dispongo de más tiempo para leer. Cuando leo me entran muchas ganas de escribir.


¿Cuándo escribes intentas ser más racional que emocional o al contrario?

La creación artística se nutre de nuestra parte racional y de nuestras emociones. En mi caso, ambas áreas son imprescindibles para escribir.


¿Qué poetas son sus referentes y autores de cabecera?

Busco y leo mucha poesía escrita por mujeres de todas las épocas y de distintos países. Ahora internet facilita esas búsquedas. Como he dicho antes, disfruto con la poesía de todas las épocas y estilos. Quizá tengo debilidad por los poetas del 50 (Ángel González, Valente, Gil de Biedma). Los releo mucho porque me interesa su visión del ser humano y de la creación artística. 


¿Podría recomendarnos un poema de otro autor que le haya gustado mucho?

Sin duda “El Cántico Espiritual” de San Juan de la Cruz. Es poesía en estado de gracia.  

 

¿Qué consejo daría a los jóvenes poetas que están empezando?

El mejor consejo es que lean mucho y que no se encierren en una sola estética. Es preciso conocer lo que se está escribiendo ahora pero también lo que se escribió en otras épocas.

 

 

  

Navegando en letras


Son de nuevo las ocho.

Mientras voy al trabajo

en metro, como siempre,

me entretengo mirando mi reflejo

en la ventanilla del vagón.

En la oscura suciedad del cristal

mi rostro tiene un aire de ser intemporal y misterioso.

Prefiero las polvorientas ventanillas del metro

o los escaparates de las tiendas

a los espejos.

Hace años que no miro directamente mis ojos en un espejo.

Son de nuevo las ocho y un minuto.

La próxima estación será la mía.

Cuesta apearse siempre en la misma estación,

acudir al trabajo,

mantener la cordura,

no extraviarse.

Las ocho y dos minutos de qué año, no importa.

El tiempo va pasando

y el dolor nos visita día a día

y hay que ver cuánto cuesta

mantenernos en pie,

zarandeados por este traqueteo insoportable,

sin perder el equilibrio,

la cordura,

nuestro rostro emergiendo transfigurado

en las oscuridades de cada túnel

para acabar sintiéndonos los mismos,

día tras día,

y acudir al trabajo,

y no bajarse en cualquier estación

sino siempre en la misma,

y regresar a casa,

siempre regresar.

 

Este siglo comienza a hacerse interminable.


Ciudad


De Escenas principales de un actor secundario (2000)


Cuando yo era muy niña

las viejas se peinaban como diosas.

Me gustaba acercarme y contemplar

el sencillo ritual de cada día:

las viejas, sentadas a la puerta,

esperaban tranquilas a sus hijas

que llegaban alegres, bulliciosas,

a deshacer el moño del día anterior.

 

Con la mirada absorta de la infancia,

observaba caer los escasos cabellos

sobre los hombros secos y la espalda abatida.

Las viejas elevaban hacia el cielo su rostro

con los ojos cerrados

y no podía yo quitar mis ojos

de la piel transparente de sus sienes,

de la azulada red de duras venas,

de los largos mechones apagados.

 

Así avanzaba otro día,

se tejían las trenzas con esmero,

se trataban asuntos de mujeres,

a veces susurrados,

a veces relatados con viveza,

mientras peinas y horquillas

flotaban en la blanca palangana.

 

Cuando yo era muy niña

las viejas iban siempre de negro

y vivían

cara al sol en silencio y con los ojos cerrados,

y se peinaban

como si fueran diosas.

Pero aquel elegante recogido que tanto me gustaba

acababa cubierto por un pañuelo negro,

un día más, oculto.

un día más, perfecto.


De Senectute


    De Ningún mensaje nuevo (2008)


Sin palabras, sin dioses, Ítaca es solo el mar

                             Y un cielo que la aplasta.

 

                                     FRANCISCA AGUIRRE

 

 

Cantad, Musas, que al fin Ulises regresó

y su presencia altera la calma de la casa.

Las liras celebraron el porte del guerrero,

pero nada contaron del viejo abatido

que ha vuelto a perturbar esta dulce ruina.

 

¿Quién puede resistir

caminar tras un héroe a todas horas,

devolviendo su sitio a los objetos

y borrando las marcas de sus dedos,

mientras te cuenta historias insensatas?

 

No pretendo negar que en esos largos años

poblé la soledad de pequeñas costumbres

que se me han hecho gratas, y ahora el cuerpo las busca

como persigue un río su curso extraviado.

 

Contad, Musas, también esta verdad

que quizá el tiempo oculte

y decid que hace mucho que dejé de esperarle

para gozar sin límites cada minuto mío,

la sandalia en los pies al despuntar el alba,

el rocío en las yemas de los dedos,

la res sacrificada por algún pretendiente,

la franqueza del vino derramado en la boca,

la túnica en el suelo frente al balcón abierto,

la labor de la luna sobre un torso desnudo,

el filtro de la voz que custodia un secreto

y el hilo del deseo en el huso olvidado.

 

Cantad esta versión alguna vez,

Musas esquivas,

que Ulises regresó

y no tiene sentido

que yo me quede en Ítaca.



Penélope se despide de Ítaca

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