Estrecho tu piel con mi voz

Estrecho tu piel con mi voz,

con mi tierra, con mi sed, con mi llanto,

con todo lo que poseo

y con todo lo que no tengo,

anudando la tibieza del abrazo en el árbol de sangre

donde trenza el corazón su alcoba de latidos,

callando el tiempo en los relojes

para que no pierdan los navíos

la brújula en los océanos de tu cuerpo.

Tu piel se estremece en sus raíces,

es como un violín detenido en el horizonte

que arranca el musgo del aquelarre de los besos,

larga piel de cavernas y grutas,

de lagos y marismas,

ensenada caliente para los labios

que llevan dentro extraviadas palomas

y las cenizas ausentes de los sueños.

Se funden sobre tu piel tu arcilla y mi barro

en ese instante preciso en el que escuchamos

el sonido de las olas perdido entre dos bocas,

allí donde el mar es un diluvio de inciertas mariposas

que ofician su liturgia de deseos sobre tu cuerpo.


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